Cuando nada encaja

A veces las palabras no alcanzan. Se quedan atascadas en la garganta, pesadas, rotas. Hay cosas que no sé cómo decir, así que las convierto en imágenes. Collages que respiran por mí cuando yo no puedo. Fragmentos que hablan en un idioma que no existe, pero que, de alguna forma, entiendes. No es arte para impresionar, es arte para no quedarme en silencio. Y tal vez, si lo miras con atención, escuches lo que nunca supe poner en palabras.

Vivir con TDAH es como cargar un sistema operativo que nunca se apaga. Mi mente no duerme del todo. Siempre hay algo girando: una imagen, una idea, una incomodidad, un recuerdo del pasado que aparece como glitch. Es un motor encendido a toda hora que no entiende de silencios.

Durante años pensé que esto era una falla. Que algo estaba mal en mí. Que debía ocultarlo, contenerlo, corregirlo.

Pero hoy entiendo que ese mismo ruido interno es también el origen de mi arte. Cuando me descubrí a mí mismo, la canción Avalanche de Bring Me The Horizon me marcó profundamente. No solo por su fuerza, sino por cómo narra esa sensación de desbordarse por dentro sin poder explicarlo. Ese grito que nadie escucha. Ese torrente de emociones y pensamientos que te aplasta mientras afuera todo parece normal. Es una canción que no juzga: simplemente lo dice como es. Y a veces, eso basta para sentirte menos solo. Yo también he sentido eso. Esa frase:

“Ábreme y dime qué hay dentro..” (Cut me open and tell me what's inside…) Es como si me la hubieran escrito en la piel. Porque muchas veces he querido hacer exactamente eso: abrirme, para mostrarle al mundo qué se siente vivir así. No desde la teoría, sino desde la experiencia honesta de no poder controlar tu mente. De estar aquí y no estar del todo. De intentar funcionar en un mundo que no fue hecho para ti. Pero esa energía caótica, desbordante, se convirtió en mi materia prima. Fue ahí donde encontré el collage. No por casualidad, sino porque el collage, como técnica y como lenguaje, encarna lo fragmentado. Lo roto. Lo que se recompone a la fuerza. Y por eso, aunque el mundo se detenga, yo sigo creando. Aunque no duerma bien, aunque mi atención se dispare, aunque me sienta en otra frecuencia… siempre estoy creando. Porque crear no es algo que hago. Es algo que me sostiene.

La creación como supervivencia

Mis collages nacieron como una necesidad. Como una forma de darle estructura a esa constante lucha interna. Pero también como un diario. Ahí aparecen figuras deformes, niños con coronas metálicas, vírgenes con cuernos, entidades azules con múltiples ojos, cuerpos suspendidos por cables. No son simples imágenes surrealistas. Son entidades nacidas del colapso. Son trozos de mí convertidos en símbolo

NextGen, por ejemplo, habla del futuro. Pero no en términos tecnológicos ni de ciencia ficción. Habla del futuro como reflejo del presente roto. Habla de lo que viene después del derrumbe. De cómo reconstruir con las ruinas. De cómo un cuerpo que siente demasiado puede volverse oráculo. Mi TDAH no solo afecta cómo pienso. Afecta cómo siento, cómo proceso el tiempo, cómo me relaciono con el mundo. Por eso, mis obras no son lineales. Se parecen más a un mapa de conexiones neuronales disparadas al azar que, de alguna forma, cobran sentido.

Se parecen más a lo que siento que a lo que veo. Y si bien vivir así puede ser agotador, también tiene algo que he aprendido a amar: la intensidad de existir sin filtros. El fuego que me obliga a transformar cada herida en imagen. La creación como un acto de supervivencia emocional.

El límite entre sentir y crear

Un acto de fe sin religión, donde yo mismo soy el profeta y el creyente. Muchas veces me siento como si habitara entre mundos. No del todo en la vigilia, no del todo en el sueño. No del todo en el pasado, ni en el presente.

Cada obra es una especie de ofrenda. Un fragmento de algo más grande que aún no comprendo del todo. Una búsqueda de orden dentro del caos. Ahí, en ese espacio liminal, ocurren mis imágenes.

Como el tema que mencioné al principio, esta lucha por mantenerse a flote cuando no entiendes lo que pasa dentro de ti también se filtra en lo que creo. Ese peso invisible que te arrastra, aunque por fuera parezcas normal. Esa sensación de estar roto sin que nadie lo note. Esa canción, al igual que mi trabajo, no da respuestas. Solo expone la verdad emocional en su forma más cruda. Y a veces, eso es suficiente. Lo que hago con mis manos no es arte para agradar. Es arte para sobrevivir.

No encajo, y está bien

A veces me siento fuera de lugar. No sólo como artista, sino como persona. Los tiempos sociales, los ritmos laborales, las conversaciones pequeñas, las exigencias de productividad… Todo eso choca con mi manera de estar en el mundo. A veces, simplemente no puedo. Y aprendí que eso no es debilidad: es parte de mi configuración. Parte del paquete. Así como mi arte no sigue las reglas del diseño comercial, yo tampoco sigo el libreto de lo “normal”. Pero no estoy aquí para encajar. Estoy aquí para hacer visible lo invisible. Para traducir lo que muchos sienten pero no logran decir..

Mis obras no son una marca. Son una constelación. Un testimonio visual de lo que ocurre cuando aceptas que el caos también puede ser forma. Que lo raro también puede ser sagrado. Y que no pertenecer... también es pertenecer a algo más grande.

¿Y ahora qué?

Si llegaste hasta aquí, gracias. Esto no es solo una lectura. Es una visita a mi mente, a mis obsesiones, a mis símbolos. Lo que hago es para quienes habitan en la grieta. Para quienes sienten que no encajan. Para quienes cargan su propia avalancha todos los días. Tal vez, como yo, también conviertes tu dolor en arte. Tal vez aún no sabes cómo, pero estás buscando. Esto es lo que tengo para ofrecer: un lenguaje visual que no necesita ser entendido para sentirse. una estética que no busca ser perfecta, sino honesta. un refugio extraño para quienes ya no creen en los moldes.

La avalancha no se detiene. Pero dentro de ella, aún se puede crear. Y en esa creación, habita la posibilidad de sanar.